"Antes, no siempre pensaba que era una buena persona", dice el niño de 11 años de Palo Alto. "Después del programa, todo cambió. Me sentí mucho más normal y seguro, porque vi que podía hacer algo que la mayoría de los niños no puede". Lo que Sam podía hacer era tomar control de su propia salud, algo que incluso muchos adultos no pueden cambiar. Inicialmente un 48 por ciento por encima de su índice de masa corporal, o IMC, ideal, ha logrado tener solamente un 7.5 por ciento más. Dice que este cambio fue tanto masivo como sorprendentemente manejable.
"Ves un gran cambio en tu vida, pero el punto del programa es que es lento, y bastante sencillo", dice. "Solo se trata de presupuestar. ¿En verdad quiero postre hoy, o prefiero estas papas fritas? Y también presupuestas tu tiempo, hay que asegurarse siempre de tener tiempo suficiente para hacer ejercicio, por ejemplo". Como muchos niños, él y su familia intentaron varias dietas en el pasado. Dietas bajas en grasas. Dietas altas en proteínas y bajas en carbohidratos. Programas tipo campamentos de entrenamiento. Pero como dice la madre de Sam, Robin, "sólo eran una pieza del gran rompecabezas, y no tuvieron impacto alguno". El rompecabezas más grande significó evaluar no solamente lo que comía, sino cómo pasaba el tiempo en general. "Normalmente venía a casa de la escuela y veía televisión, y me comía algún bocadillo chatarra", dice Sam. "Ahora vengo a casa y hago deportes, y si tengo hambre me como una quesadilla con tortilla integral y algo de fruta fresca. La cantidad de ejercicio que hacía era muy poca. Ahora hago ejercicio dos horas al día, que incluyen media hora de ejercicio cardíaco intenso.
La esencia del programa no sólo fue una colección de reglas que tenía que seguir ciegamente, sino que se trataba de que él mismo viera la forma en que distintos patrones lo hacen sentir mejor. En algunos casos, se sentía tan bien que hacía mucho más de lo que el programa le pedía. "Una de nuestras tareas era reducir el 'tiempo de pantalla' durante una semana. Nada de televisión o computadora; nada que tuviera una pantalla. Eso fue importante, porque yo veía la televisión todos los días", dice. "Pero resultó que fue muy divertido apagar las pantallas; pude hacer muchas más actividades de las que normalmente hacía, desde leer hasta hacer deporte con mis vecinos. Así que en vez de sólo hacerlo por una semana, terminé haciéndolo tres meses". A la madre de Sam también se le abrieron los ojos.
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