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La vida de dos pacientes, un bebé y un médico jubilado se cruzaron de la forma mas inesperada en el verano de 2017, cuando un solo donante de órganos les salvó a ambos la vida.
Noah Hernandez, nacido en febrero de 2017, y el Dr. James Howell, nacido en 1955, no se conocían, pero ambos se enfrentaban a afecciones de salud que ponían en peligro su vida provocadas por trastornos hepáticos. Noah nació sano, pero para su cita pediátrica de los cuatro meses, se empezaba a ver amarillo, una afección relacionada con la ictericia. Después de ser ingresado a su hospital local en Sacramento, una tomografía computarizada y una biopsia de hígado indicaron que había un problema en los conductos biliares de Noah que evitaba que su hígado drenara de forma adecuada, una afección conocida como atresia biliar. En ese momento fue trasladado al Lucile Packard Children’s Hospital Stanford.
"Con la atresia biliar, nadie en realidad sabe cuál es la causa", comenta el Dr. Carlos O. Esquivel, doctorado, jefe de la División de trasplante abdominal de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford y director del programa de Trasplantes de hígado de Lucile Packard Children’s Hospital Stanford. La mayoría de los pacientes, comenta, son sometidos a una operación llamada Kasai, que intenta obtener drenaje del hígado. "En algunos niños funciona y luego mejoran; pero en otros, este procedimiento falla", comenta el Dr. Esquivel. "Su única posibilidad de sobrevivir es un trasplante de hígado. Y ese fue el caso de Noah".
Pusieron a Noah en la lista de espera para el hígado de un donante. Sus padres, Alyssa y Reymon, entendieron que podría ser una larga espera, porque no hay hígados pediátricos disponibles con frecuencia. "No te pueden decir cuánto tendrás que esperar", comenta Alyssa. "Preferían el hígado de un niño pequeño y creían que Noah estaba lo suficientemente bien como para ser exigentes y esperar el hígado ideal".
Noah pronto empezó a presentar niveles inusualmente elevados de ascitis, una acumulación anormal de líquido en el abdomen. "Normalmente, está ahí en el estómago", comenta Alyssa, "pero Noah solo lo tenía a lo largo de su incisión Kasai. "Era tan grave que seguía haciéndose más grande hasta el punto de que todo su lado derecho se estaba abultando. Ya no podía dormir, no estaba cómodo. Solo lloraba".
A Alyssa, quien se había quedado despierta al lado de su hijo, la mandaron a casa a dormir un poco. Cuando se fue, Noah empezó a tener dificultades para respirar. Alyssa corrió de vuelta al hospital, en donde Noah había sido trasladado a la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos y donde le pusieron soporte vital. "Esos fueron definitivamente los peores días", comenta Alyssa. Esperando lo peor, inmediatamente llamó a su esposo y a su pastor para que fueran. Bautizaron a Noah esa noche, el 23 de agosto.
Ya que estaba muy enfermo, la posición de Noah en la lista de espera de órganos pasó al nivel más alto de urgencia, lo que quería decir que le iban a dar el primer hígado disponible. Sin embargo, la paradoja del trasplante de órganos es que entre más enfermo está el paciente, más arriba pasan en la lista de espera de órganos; pero un paciente puede estar demasiado enfermo para ser sometido a una cirugía de trasplante, lo que hace que no cumpla con los requisitos para la donación de órganos. “El Dr. Esquivel dijo que estaban haciendo todo lo que estaba en sus manos para preparar a Noah para que recibiera un hígado", comenta Alyssa. "Esa noche, alrededor de las 9:30, recibimos la llamada". Había un donante compatible disponible, solo que no era un hígado pediátrico, sino uno de un adolescente mayor que había fallecido trágicamente.
Casi 15 años antes, en 2003, le diagnosticaron cirrosis hepática al Dr. James Howell, un médico jubilado del sur de la Bahía. La cirrosis es una enfermedad hepática irreversible que puede llevar a otras complicaciones y enfermedades del hígado, que incluyen del cinco al 10 por ciento de probabilidad de desarrollar cáncer, con lo que diagnosticaron después al Dr. Howell. "Fui extraordinariamente afortunado de mantener mi cáncer solo en el hígado", comenta.
"Una vez que un tumor en el hígado crece lo suficiente, lo pueden tratar con ablación", explica Howell. "Pusieron un dispositivo en mi hígado y le pasaron corriente eléctrica. Pasé por ese procedimiento dos veces en dos años. Pero la ablación solo estaba ganando tiempo. Tuve dos enfermedades mortales al mismo tiempo. Era una gran carga, un peso que sentía todos los días".
Cuando regresó el cáncer la tercera vez, pusieron al Dr. Howell en la lista de espera de un hígado. "Había estado manteniéndome a flote, con todo, manteniendo mi ascitis bajo control, con una dieta estricta, tomándome mis medicamentos", comenta Howell. "Me estaba preparando para ir a que escanearan de nuevo el hígado, cuando de repente me llamaron como a las 10 de la noche". Howell explicó que le describieron la calidad y la condición del hígado. "Te dan como un perfil del hígado", comenta. "Y fue casi demasiado bueno para ser verdad. Fue como un regalo de dios y de esa familia".
El Dr. Esquivel fue uno de los primeros cirujanos en hacer trasplantes en niños, especialmente en bebés pequeñitos, y ha estado haciéndolos casi durante tres décadas. Cuando la industria avanzó para utilizar hígados divididos, fue un salto que tenía lógica, comenta, por la dificultad de encontrar donantes pediátricos.
"Por la forma del hígado, es común dividirlo entre receptores de distintas edades", comenta el Dr. Esquivel. "La anatomía del hígado es tal que el lóbulo derecho representa aproximadamente dos terceras partes del volumen total del hígado. Así que, digamos que es un hígado de tres libras: el adulto recibirá dos libras y media y el niño media libra".
Pero trasplantar un hígado de tamaño adulto en un bebé sigue siendo un procedimiento complejo. "Los vasos sanguíneos no son compatibles porque son de tamaño adulto", comenta. "Un niño que solo tiene unos meses, tiene vasos sanguíneos muy pequeños".
Noah estaba preparado para la cirugía alrededor de las 8:30 de la mañana siguiente, el 24 de agosto. "Nos dijeron que tardaría entre 8 y 10 horas", comenta Alyssa. "Cuando terminaron en siete horas y media, no podíamos creerlo". El Dr. Clark Andrew Bonham, profesor asociado de cirugía, realizó la extirpación del hígado de Noah, al tiempo que el Dr. Esquivel trasplantaba el hígado nuevo de Noah. Al mismo tiempo, el Dr. Bonham también realizó el trasplante del hígado nuevo de James Howell.
"Me desperté al día siguiente y creí que no habían hecho el trasplante", recuerda el Dr. Howell. "No tenía nada de dolor". Los cirujanos entraron de inmediato para decirle al Dr. Howell que todo había salido bien. Se recuperó rápidamente, lo cual él atribuye al apoyo constante de su esposa, Denise, y al equipo de enfermeras las 24 horas que fueron "absolutamente increíbles", comenta. "Son los seres humanos más increíbles que haya conocido". Sintió el mismo nivel de apreciación para con sus cirujanos y todo el equipo de trasplantes,. "No tengo palabras suficientes para describir a todas las personas que me cuidaron", agregó. "Fueron increíbles; estaban calificados, fueron compasivos y cariñosos. Cambio todo para mí, obviamente".
La recuperación fue un poco más complicada para Noah, quien se quedó en el hospital dos meses más. El trasplante en sí fue exitoso, pero la dificultad que tuvo para mantener su ascitis baja antes del trasplante empeoró después. "El líquido empezó a llegar afuera de sus pulmones y después entró", comenta Alyssa. Noah necesitaba cirugía para colocar y después volver a colocar, una sonda pleural para drenar el líquido, y también necesitó un respirador para poder respirar.
Alyssa recuerda el día en que el Dr. Esquivel fue al cuarto de Noah y recomendó que le quitaran todos los líquidos porque empeoraban su ascitis. Noah también estaba tomando diuréticos y otros medicamentos para equilibrar su retención de líquidos. "Ajusté sus medicamentos", recuerda el Dr. Esquivel, "y funcionó". En una semana desapareció la ascitis de Noah. "Fue definitivamente un punto de inflexión", comenta el Dr. Esquivel. "Noah empezó a verse feliz y más como un niño normal".
"El hombre hace milagros", comenta Alyssa sobre el Dr. Esquivel. Unas semanas después, la familia Hernandez se fue del hospital; se quedaron en la Casa de Ronald McDonald, que está cerca, algunas semanas, mientras Noah seguía bajo observación, y luego se fueron a casa a Sacramento a principios de noviembre de 2017. "Estábamos muy contentos de estar fuera del hospital y de ser una familia de nuevo", comenta Alyssa.
Ahora en casa, Noah está prosperando. "Está muy bien", comenta Alyssa. "Estamos más contentos que nunca. Ahora se encuentra en el percentil 60 del peso. Sus medicamentos han sido reducidos a la mitad y está comiendo como loco". Noah también está a punto de gatear y le encanta bailar cada vez que aparece Elmo en Plaza Sésamo. "Es simplemente un bebé muy feliz y activo".
El Dr. Esquivel está de acuerdo, "Ahora tiene tan buenas probabilidades como cualquier otro niño de tener una vida normal".
Mientras tanto, el Dr. Howell está volviendo a disfrutar de su jubilación, comiendo lo que le gusta y tomándose el tiempo de disfrutar las cosas sencillas de la vida. "Pienso mucho en la valentía y la fortaleza de la familia del donante, por permitir que su ser querido donara el órgano que cambió dos vidas enormemente", comenta. "No sé por qué estuvo tan poco tiempo en la tierra, pero estoy verdaderamente agradecido".
Usted puede ayudar a pacientes que están esperando ahora un trasplante que les salve la vida al registrarse como donador de órganos, ojos y tejidos. Para obtener más información o registrarse, visite www.donornetworkwest.org o regístrese en persona en su oficina local del Departamento de Vehículos Motorizados.
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